A contra reloj hacia la laguna El Huemul

De repente un cuetazo…luego otro y a los 10 minutos otro más fuerte. Tratamos de hacer algunas fotos, pero no se pudo, estaba muy oscuro. ¿Cómo se hace una foto de un cuetazo, cuando en realidad es un sonido? 

En donde estábamos sí se podía hacer. Los cuetazos eran con pirotecnia incandescente, de color rojo intenso.

Foto con luz de atardecer de un pulso eruptivo del Volcán Chillán.

En ese momento, bajábamos de la Laguna El Huemul y teníamos frente a frente al Volcán Chillán y su caldera incorregible. Nunca había visto algo así, sólo en las premiadas fotos de Francisco Negroni y otros baluartes de las imágenes de erupciones.

La experiencia de presenciar un espectáculo nocturno como ese es algo sobrecogedor y coronaba una jornada también sobrecogedora, con un ascenso contra reloj hasta la mítica laguna, enclavada en uno de los cordones montañosos adyacentes al Valle Las Trancas, en la cordillera de Ñuble.



Cuando se sube a la montaña, hay que estar pendiente de todos los factores. Aunque sea una subida por el día, existe la posibilidad que te alcance la noche, entre otros aspectos. 

Sin embargo,  no se puede pensar en todo; hay factores que están fuera de nuestro alcance y en este caso, fueron las otras personas. Había un gran taco para ingresar hacia el sector de Shangri La, eso lo resume todo.

Panorámica del Valle las Trancas desde El Huemul.
Foto: www.agenciagradual.com.

No se si fue el fin de semana con más afluencia de público por esos lados, pero así por lo menos lo parecía.  “Y a todos se les ocurrió venir pa ca”, “porqué no van al mall mejor”. Una fila interminable de vehículos hacía arriba y otros hacia abajo, producían esos pensamientos que afloran en la mente cuando el plan original se desmorona.

Sin embargo, el sosiego y el mirar a los niños disfrutar de la nieve nos permite abstraernos y darnos cuenta que todos estábamos en la misma.

Nosotros no queríamos jugar con nieve precisamente, pero ese era uno de los obstáculos a vencer si queríamos llegar allá arriba, a los 2 mil metros sobre el nivel del mar, que es donde está el hogar de la laguna El Huemul. 

El taco, nos hizo estacionarnos mucho más abajo de lo calculado al principio. Eran ya las 3 de la tarde y con el plan que habíamos escrito en el papel pendiendo de un hilo, nos embarcamos en la travesía sin saber si lograríamos el objetivo.

Mordor

Para los que han subido a El Huemul, saben que el primer gran obstáculo es el paso de “Mordor”, una antigua corrida de lava que está ahí para hacerte la vida más difícil, si quieres llegar hasta las ruinas del ex refugio Shangri La.

Desde ese punto, las cosas se ponen cuesta arriba, literalmente. ¿Quién no ha perdido la huella en el bosque antes de la subida? Y con nieve todo se pone peor, metiendo las patas donde no se debe entre medio de los arbustos.

Cuando al fin encuentras el camino, te das cuenta que se te viene la montaña encima y que por ahí hay que seguir.

Mi última vez allí fue hace 4 años y no me acordaba que hasta las uñas sirven para afirmarse y subir. La nieve un tanto derretida, junto al barro, conformaban una inestable mezcla, que te puede voltear en cualquier momento y dejarte al fondo de la quebrada a decenas de metros abajo.

Capturas de video

Aparte de los rigores propios de una ruta dura, exigente y peligrosa, nos inquietaba el hecho que no nos encontrábamos con nadie. Difícil encontrarse con alguien en la misma que nosotros, es decir, ir subiendo tan tarde, pero sí suponíamos ver a alguien bajando. Pero nada de eso.

El reloj avanzaba sin piedad. Los rayos de sol se perdían entre la sombra y nosotros a mitad de cerro, gateando verticalmente por una pared rocosa, donde el agua encuentra su espacio para liberarse de las cumbres.

Un par de metros más arriba, nos volvió el alma al cuerpo. Intercambiar palabras con otro ser humano, más si este venía de bajada, es igual a una inyección de bencina a la vena.

Sin embargo, el combustible se esfuma rápido. La ruta no te da descanso y cuando crees divisar el final, te das cuenta que sólo es un paso más. Así, la receta de esta lucha seguía siendo la misma; ocupar las piedras, árboles, ramas, pasto, los bastones de trekking y todo lo que estuviera al alcance para seguir subiendo.

En esta batalla, el único alivio era mirar hacia atrás y darse el gustito de ver cara a cara y casi a la misma altura (cosa que en realidad técnicamente no es así) a los nevados y al volcán Chillán.

Alrededor de las 5 de la tarde y con esos suspiros no de enamorado, sino que de cansancio, notamos que un viento proveniente del otro lado de la montaña comenzaba a circular. Indicio claro de la presencia de la cumbre. 

Así, con un hilito de respiración, hicimos arribo a uno de los bordes del cerro que encierra a El Huemul, donde se pueden obtener panorámicas como esta, con la laguna congelada en pleno invierno.

Luego, el viento se transformó en brisa y nos permitió desplegar el dron para confundirnos como un ave de cordillera y obtener imágenes distintas. El atardecer y el silencio allá arriba te regalan momentos misteriosos, donde la respiración agitada de la jornada se calma, para comprender que sientes de verdad y que estás más vivo que nunca.

Laguna El Huemul, vista hacia el oeste. 2021, www.agenciagradual.com

La tranquilidad en la cumbre fue rota solamente por unos pasos. Un par de excursionistas habían subido después de nosotros, pero para ellos el tiempo no era tema; venían equipados para quedarse. 

No pensaba sentir envidia en los 2 mil metros de altura, pero de verdad la sentí. Los compañeros excursionistas se sentaron tranquilamente en una roca, para tragarse todo ese bello atardecer, así como si se comieran una exquisita pizza familiar,

solos, sin convidarle a nadie. Sin embargo, después sonreí; al final, todo son las circunstancias que uno se genera. Ellos se podían quedar, pero nosotros debíamos sumergirnos nuevamente en las fauces de la montaña. 

Nos despedimos, deseándonos éxito mutuamente, para dejar atrás el sol ameno y rojizo que se escondía por el oeste, para bajar por la cara este del cerro.

Laguna El Huemul, Volcán y Nevados de Chillan, 2021 www.agenciagradual.com

El crepúsculo pronto nos invadió, así también como las alertas necesarias para colocar todos nuestros sentidos en la bajada y no pisar en falso e irnos al fondo del barranco. 

Casi a mitad de bajada, el volcán nos mostró sus dientes. Como para recordarnos que allá arriba, ellos juegan de local, los humanos somos sólo invitados. Nosotros decidimos no temerle y apreciar el espectáculo que nos otorgaba, con respeto y admiración, como un digno corolario de una rápida y sobrecogedora aventura en la cordillera de Ñuble.