Camino a Ushuaia, por la ruta del fin del mundo

Fotografía: Patricia Ainol

De repente el bus paró. Extraño y peligroso en medio de tan solitaria estepa. Sin embargo, no era ningún pinchazo de rueda, ni desperfecto alguno, todo lo contrario, se trataba de respeto. El vehículo que sea, aquí se detiene y deja el paso libre a los habitantes más famosos y abrigados de estos inhóspitos territorios; las ovejas. Es que en Tierra del Fuego, estos animalitos son más numerosos que los seres humanos, y se apropian de los caminos interiores que se internan más lejos de donde termina Chile.





La mítica isla del extremo sur, al otro lado del Estrecho de Magallanes, no era mi destino final, sino que parte mi trayecto hacia el último refugio citadino del ser humano, la ciudad de Ushuaia.

Si bien Puerto Williams está más al sur, Ushuaia es la última urbe que existe propiamente tal antes de acabar el mapa del continente americano o mundial. Un lugar con todo lo que debe tener una ciudad, es decir, comercio, turismo, incluso industrias y por supuesto, más de 50 mil habitantes.

En cuanto al precio, si bien es alto, no alcanza a opacar la relevancia del trayecto. Es una ruta llena de condimentos, que aparte del paisaje, hacen del viaje algo entretenido y didáctico; el cruce del Estrecho de Magallanes, es una experiencia sin igual, con esa sensación que se experimenta en las manos y en las mejillas heladas allí arriba del ferry, y que te dice que vas camino, literalmente, al fin del mundo.


Tres fotografías que muestran el cruce del Estrecho de Magallanes, en el sector de Punta Delgada

Entrando a las estepas

Luego de abandonar el pavimento, nos internamos en los paisajes fueguinos propiamente tales. Varios kilómetros sin nada más que estepas, cercos, lomajes, luego una estancia, un poco más allá, una mancha con miles de ovejas devorando el pasto, algunos caballos, luego un arriero en la soledad de los páramos, después nada, luego otra estancia, y así por varias horas. Más ovejas en el camino, una detención, después otra, subidas, bajadas y así hasta llegar a la frontera.

Paisajes de estepa, ya al interior de Tierra del Fuego

Allí, acompañado de la línea del horizonte, se perfilaba la aduana del Paso Internacional San Sebastián. Los puestos fronterizos en Magallanes son distintos a los del resto de Chile, pues aquí no hay cordillera. Si no fuera por los trámites que se deben realizar y los monolitos, nada más haría presagiar que estamos pasando la línea del mapa que dice que estamos en otro país.

Aduana Argentina, Paso Internacional San Sebastián

Ya en Argentina, en cosa de minutos se puede ver el atlántico, antes de arribar a la ciudad de Río Grande. Allí hay transbordo, se deja el bus y se continúa en una van, vehículo en el que recorrimos el borde del atlántico sureño en un melancólico atardecer para llegar a la localidad de Tolhuin.

Recuerdo que desde este punto, se encuentra la sección más espectacular del viaje. La Ruta 3 deja las planicies y se mete a la cordillera, pasando por la orilla del gran Lago Fagnano, algunos caseríos, para luego enfilar hacia el sur, dejando el lago para subir y subir una cuesta hasta un paso con una espectacular vista. Debe haber sido tarea prodigiosa hacer un camino en estas alturas, con este clima y en este lugar del planeta.

La ruta por el borde atlántico en el sur argentino, después del cambio de vehículo, camino a la localidad de Tolhuin

La ruta serpentea y serpentea y se abre paso por entre afiladas montañas, y desde las alturas ya se pueden ver las luces de la última ciudad del mundo, Ushuaia. Y digo las luces, porque la llegada fue tipo 11 de la noche. Una lástima me da ahora escribir y no tener fotos de esa parte espectacular de la ruta

Lo escribo, recordando los paisajes con ese atisbo tenue de luz que da el atardecer al otro lado de la puesta de sol y la noche con un cuarto de luna. Recuerdo el brillo extraño de la nieve en el paso por las montañas y lo excepcional que es encontrar una ciudad en medio de tan helados y hermosos parajes.

Vista de una de las calles principales, en el centro de Ushuaia

Como dato y si eres de esas personas que quiere parar cada 15 minutos a tomar fotos, te recomiendo no hacer este recorrido en bus. Es obviamente más caro, pero te da la libertad de disfrutar a concho de todo lo que ves. También puede ser un buen recurso dormir en Río Grande y partir bien temprano hacia el sur, para deleitarse con las vistas y no lamentar la falta de luz como me pasó a mí.