Geiser del Tatio

Las montañas me llamaban por mi nombre. Un eco que deambulaba entre las paredes cordilleranas repetía mi nombre y apellido, pero antes de arrodillarme ante tanto honor, miré el reloj. Hacia más de una hora que me había separado del grupo, y seguramente el que repetía mi nombre no eran las montañas, sino que alguien que me buscaba. Efectivamente, la cara del guía, no era de mejores amigos; media hora antes, todos los parroquianos habían vuelto al bus, excepto uno, yo.

Me encontré con él, y antes que comenzara a retarme, monté mi defensa como si se tratara de una excusa ante un militar por incumplir un toque de queda. Le dije que era fotógrafo, y debía hacer la mejor foto del lugar y por eso me demoré; te entiendo, pero tenemos horarios, me dijo, y si te demoras tanto, estás atentando contra la libertad de las otras personas que sí quieren conocer los otros lugares a los que vamos a pasar.

Una respuesta contundente y verdadera, que no me dejo más opción que hacer un gesto afirmativo con la cabeza y una mueca en el rostro. Me trague el aprendizaje como un sorbo de pisco de 40° al seco, y lo que vino después en todo caso, no daba lugar a bajonearse ni nada de eso, sino que seguir apreciando las maravillas del lugar donde estábamos.

Otro planeta; dos palabras que resumen otra atmósfera, otra sensación y una energía distinta. El sueño por levantarse a las 5 de la mañana es verdadero, pero se quita en un par de minutos con el golpe de frío del altiplano y los paisajes del amanecer camino a los míticos Geiser del Tatio, en el norte de Chile.

La noche anterior a este tipo de tour dan ganas de seguir carreteando en San Pedro de Atacama ¿o no? ¿te ha pasado? Sin embargo, el ánimo de hacer lo que uno vino a hacer acá, es más fuerte. Armas tu bolso, y lo que tengas que llevar y no te das ni cuenta cuando subes y subes a encontrarte con ese otro planeta, a los pies de volcanes y montañas nevadas.

San Pedro, calles tranquilas y abundante vida nocturna en restaurantes y locales
Las mismas calles de día con amplia oferta turística

El nombre de San Pedro de Atacama y los geiser son casi hermanos y reconocidos en todo el mundo. Por ello, no es de extrañar que allá arriba, te cueste encontrar algún chileno.

Más de 100 mil turistas cada año, entre ellos muchos norteamericanos, europeos y sobre todo asiáticos, repletan los círculos de seguridad, por donde borbotea el agua procedente del interior de la tierra, a  86 grados aproximadamente. Los 80 geiser activos, dan cuenta de la frenética actividad al interior de este campo geotermal, a 4.200 metros de altura.

¿Y en qué estábamos?. En el tour; estos recorridos comienzan su descenso luego de los geiser, pasando por increíbles bofedales. Si tienes suerte, podrás ver flamencos, alpacas, llamas y todo tipo de animales adaptados a estas duras condiciones del altiplano, con temperaturas extremas en el día, y también en la noche al otro lado del termómetro.

También dan ganas de quedarse en Machuca, antiguo y pequeño poblado en medio de la cordillera. Uno se pregunta cómo puede ser que viva gente allá, en esas alturas, con esos ambientes, tan bellos como hostiles. Pero existen, y no sólo ahora, sino que desde hace cientos de años.


Y lo que voy a decir ahora es duro, pero una realidad; los tour no son para todos. Es cómodo, es fácil, porque te llevan, te traen y te guían, pero insisto, no son para todos y si tú eres de los que va con la cámara colgada al cuello hasta para lavarse los dientes, tienes que asumir que serás una incomodidad para el resto. Siempre vas a querer 5 minutos más, te vas a demorar más de la cuenta y te mirarán feo.

Por eso, mejor anda por tu cuenta, y podrás hacer las fotos que quieras hacer, a la altura del lugar que estás visitando. Y recuerda, aunque vayas en movilización propia, no te salvarás de madrugar. Debes salir junto con los tour, porque si vas más tarde, sólo verás un hilito de agua hirviendo.