Vivir al lado de torres eólicas ¿Cómo es?
La respuesta a esa pregunta bien la saben los habitantes de Colhue, en Lebu. Si bien las imágenes son un testimonio gráfico de la cercanía de las torres con el sector poblado, es imposible transmitir las sensaciones y múltiples inconvenientes de lo que es la vida cotidiana al lado de esos gigantes de acero.
Ruidos 24/7, a toda hora, todos los días; proyección de sombras hacia espacios donde antes abundaba la luz del sol; cierre al tránsito de personas, por rutas que antes eran de libre acceso.

Mientras en el resto de Chile y el mundo se expresan las bondades de este tipo de energía, el costo se lo llevan personas como la de Colhue.
De la misma forma como ha ocurrido con el tema de las hidroeléctricas y otras industrias con alto impacto en el medio ambiente, los debates y conversaciones se llevan a cabo a puertas cerradas, en oficinas en Santiago, de tal forma que ante estos casos siempre surgen preguntas.
¿Y si las torres eólicas estuvieran al lado de las casas de quienes las promueven? ¿Pensarían lo mismo? ¿Harían lo mismo? ¿Si las casas de los gerentes o dueños de empresas de energía quedaran en sectores inundados por embalses? ¿Lo harían igual? ¿Si las casas de senadores o diputados se ubicaran en territorios alterados por industrias contaminantes? ¿Harían lo mismo?








